
El proceso de hacer una casa es largo, sobretodo (todo junto) si tenes que cambiar de ciudad, de lugar.
Uno llena la carretilla de tierra, y la lleva hasta el tamiz. Otro la zarandea. Uno trae agua en un balde. Otro trae arena. Uno carga la hormigonera con tierra, agua y arena. Otro vuelca la hormigonera. Uno trae paja. Otro pisa el barro, uno lo amasa. Otro carga la tierra con las manos y la lleva a la pared. Uno se llena de barro las manos y todos hacen los muros.
La pared se hace de a muchos, el barro está marcado con las huellas de todos. La tierra se transforma y también se transforma uno cuando entra en contacto con ella, y con todos.
Maxi y Fabricio, en el futuro living de la casita de barro. Lo que se ve en el suelo es un diseño aproximado de los espacios que va a tener la construcción. Las curvas serán las formas predominantes; ya estamos pensando en las vistas, la circulación; imáginándonos el ambiente y nosotros adentro en poco tiempo.
Mientras tanto junto a Santi, Alfredo y Jorge terminamos el obrador, cavamos la primera mitad del pisadero, casi terminamos la plataforma del horno de barro…
La última foto que sacamos muestra el cielo blanco, las nubes iluminadas por el sol desde atrás –Va a llover, pensamos. Llovió tres días seguidos en Sierra. El río Sauce Grande está inmenso. Los diques desbordados y en el Abra llovieron más de 200 milímetros. Recién ahora que paró, podemos pensar en seguir con el hornito y las tareas previas a la construcción de los cimientos. Por suerte, ya están acá Natalia y Miguel para poner las manos en el barro.